viernes, 8 de julio de 2011

¿Posmodernidad en Latinoamérica?




A Elisa Rodríguez Court

Cuando se discute sobre el concepto de posmodernidad lo primero que debemos tener claro es desde cuál racionalidad se planteará la discusión. Desde cuál racionalidad se tomarán los argumentos para negarla o afirmarla. La posmodernidad supone de antemano un momento e ruptura, o como lo señala Follari: "una línea divisoria con la modernidad". Una encrucijada crítica donde se patentiza la irracionalidad. Un espacio, una condición donde los otros toman la palabra. Esos otros amenazantes cuya sola presencia pone en crisis las bases sobre las cuales se ha sostenido la racionalidad moderna. Unos otros que han sido vistos como un solo bloque, o como "una mezcla, escribe Follari, en la cual el recurso para devaluar y deformar al adversario es el mecanismo indispensable para poder criticarlo" Unos otros que se enfrentan a la razón que es una y unívoca. Unos otros líquidos, blandos que chocan contra la sólida razón de las certidumbres occidentales. La posmodernidad desnuda, es más, se atreve a gritar la desnudez del Emperador y lo hace pues piensa sin etiquetas, sin enmascaramientos, sin designaciones. Abre los espacios demoliendo paredes tal y como la irracionalidad de la naturaleza puso de rodillas a la racionalidad tecnócrata de Japón.

En cuanto a un concepto definitivo sobre lo que es la posmodernidad afirma Rigoberto Lanz que subsisten importantes desacuerdos y los focaliza en dos ejes. Por un lado, algunos apuntan a un concepto que regresa sobre la idea del colapso de proyectos centrales. Por otro lado, los que señalan que en ese concepto prevalece una visión etnocéntrica que identifica modernidad con el modelo de modernización de ciertas sociedades. Ideas van. Ideas vienen. Negaciones y afirmaciones que parecen centrarse más en temores que en cualquier otra cosa. Decir qué es la posmodernidad parece tarea ardua incluso hoy que, al parecer, h entrado en desuso. Es mucho lo que se juega cuando se pretenden establecer acuerdos al respecto y sus discusiones han culminado en juicios de valor no sobre lo posmoderno sino sobre los que se consideran posmodernistas. "Lo posmoderno, esgrime Follari, no desaparecerá con atacar a los autores que se reclaman posmodernistas; por la razón elemental de que lo posmoderno no existe por responsabilidad de tales autores, sino que en todo caso ellos se sostienen en la situación fáctica de la existencia de condiciones a las que podemos dar nombre e interpretaciones diversificadas, pero que son aquellas que se sintetizan en el apelativo «posmodernas».

¿Qué es la posmodernidad? Parece no quedar claro. Ahora, lo que si me queda claro es contra quién se levanta aquello que señalan como posmoderno: el dominio exclusivista de la razón. La razón legitimada por el discurso de la modernidad que termina siendo, según Santiago Castro Gómez, un discurso de corte cartesiano que se ordena a través de un centro incuestionable, que se erige en paradigma de todo acto de significar y que se proyecta en imposición logocentrista: la verdad como algo transferible". Discurso que no admite más discurso que su discurso. Que no admite otro contexto que el contexto previamente prefabricado por la racionalidad que impone. "Lo posmoderno, redondea Follari, implica el rebasamiento de la modernidad; por ello es feliz la denominación «sobremodernidad» a la que ha apelado Marc Augé".

Ese rebasamiento parece haberse concretado en Latinoamérica en las décadas de los 80 y 90. La profunda crisis que desataron las políticas neoliberales produjo una serie de fenómenos que abrieron las compuertas a una nueva sensibilidad esquematizada de esta manera por varios teóricos y que subraya Carlos Beorlegui:

1. Escepticismo ante los ideales heroicos que predicaba la anterior generación, ante el fracaso de los intentos liberacionistas.

2. Tránsito de una «cultura holista» a otra de corte «neoindividualista», centrada no en identidades amplias (nación, continente) sino más bien restringidas (grupos pequeños, familias, amigos...)

3. La identidad nacional se disuelve en identidades supranacionales, debido a la cultura que transmiten los medios de comunicación.

4. Cultura escéptica frente a los «grandes relatos», desplazándose hacia «ideologías livianas» o «pensamiento débiles», como propone Vattimo.

5. Abandono de la militancia política, orientada hasta ahora hacia las luchas por la liberación, para dirigirse ahora a prácticas más individuales y de búsqueda directa de la propia satisfacción personal: música, ecología, familia, religión (micro-prácticas).

La conclusión a la cual llegan los posmodernos es que la modernidad tiene que ser superada, ya que su racionalidad ha sido tiránica en cuanto a la manera cómo ha construido la sujetividad del sujeto. Librar al ser humano de esa tiranía implica reacomodar desde otra relación con el poder su condición universalizante y dominadora. Pese a ello, el filósofo cubano Pablo Guadarrama, concluye que en Latinoamérica no puede haber posmodernidad, ya que, según él, carecemos de modernidad. ¿Cómo sin modernidad podría hablarse de posmodernidad? Este cuestionamiento de Guadarrama lo comprendería si en Latinoamérica no se hubiesen aplicado nunca proyectos de transformación social basados en una concepción ilustrada del mundo. Si Guadarrama tuviera razón, tendríamos que preguntarnos, por ejemplo, a qué cosa se han enfrentado los Nuevos Movimientos Sociales (indígenas, feministas, campesinos, homosexuales, entre otros). Contra qué han levantado sus armas las revoluciones liberacionistas en América latina aunque hayan degenerado. Lo que percibo es que nuestra posmodernidad está planteada bajo otras categorías. Nuestra posmodernidad tiene otros matices, otros intereses, aunque no suene muy posmoderno, otras metodologías.

Las alternativas que han venido desarrollándose y conquistando espacios en la sociedad latinoamericana para enfrentarse al patriarcado son nuestra expresión de la posmodernidad: el discurso intercultural desarrollado por Raúl Fornet-Betancourt, el ecofeminismo de Ivone Gebara, la hermenéutica análoga de Mauricio Beuchot, el reordenamiento de los saberes al cual se ha referido en varias oportunidades Arturo Roig, la búsqueda de una nueva sensibilidad que no se maneje desde afueras o adentros sino desde el medio, desde el entre, desde el nosotros, creo que son síntomas evidentes de un ánimo por querer romper la estructura orgánica que ha tejido la racionalidad cartesiana en estas tierras. El sociólogo chileno, J. J. Bruner, es enfático al hacer referencia a cómo los massmedia habrían construido en Latinoamérica una hiperrealidad simbólica, en donde los significantes ya no remiten a significados de la vida real, sino a significantes desterritorializados. ¿Cuál es la consecuencia de ello?, pues, que la socialización del individuo, explica Carlos Beorlegui, se remite en gran parte a criterios y pautas transnacionales de comportamiento, distanciándose de su propia cultural. La cultura se transforma en una especie de Frankenstein hipertrofiado donde lo nacional y lo transnacional se confunden y terminan sujetando al sujeto a una vida simulada, una vida virtual.

Esta nueva sensibilidad que se desarrolla desde la interculturalidad conformada por una reinterpretación desde el cuerpo, desde la pasión, desde el otro busca quebrar el espíritu que conforma y da vida a la racionalidad cartesiana. Una nueva epistemología que parta de una racionalidad sensible (Maffesoli) cuya búsqueda del conocimiento se sostenga sobre la hospitalidad de la carne (Onfray), un conocimiento como conocimiento carnal (Brown), una cópula entre sujeto y objeto en vibrante alternancia que haga uno solo de los dos.

La posmodernidad en Latinoamérica no ve fin en la historia, no es concluyente ni definitiva. Nuestra posmodernidad es, en todo caso, utópica, más bien, un infatigable estar haciéndose. La posmodernidad latinoamericana no ve la muerte del sujeto, por el contrario, se afianza en la posibilidad de la alteridad, pero lejos, eso sí, de cualquier forma de dominio. La posmodernidad en América latina no se sostiene sobre la base de una filosofía de la liberación, más bien, parte de la idea de construir filosofías para la liberación.

Vía: globedia.com

0 comentarios:

Publicar un comentario

Share

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More