viernes, 22 de julio de 2011

Jacques Derrida: Ontología y lingüística




María Esther Zarzo Durá


1. Introducción:

En la década de los 70, surge en Francia un interés aparentemente general por las nociones de novedad, acontecimiento, ruptura, discontinuidad, alteridad, repetición, etc. dándose relecturas de autores como F. Nietzsche, S. Freud y M. Heidegger, quienes si percibían tales nociones, pero no podían explicarlas con sus sistemas.

¿Por qué no las podían explicar? ¿Qué no contemplaban? ¿Cómo se podía pensar lo que se les escapaba?

Varios autores intentarán, desde distintos puntos, atender a lo que escapa al sistema de la representación por su propio funcionamiento, a lo “más allá” de lo decible, de lo experimentable, o de lo recibible por él. Describirán lo que consideran el discurso representativo tradicional para después ver qué queda “más allá”.

Michel Foucault (1926 Francia- 1984) en Las palabras y las cosas: una arqueología de las Ciencias Humanas (1966), analiza el Pensamiento clásico y el moderno, considerando ese “más allá” del sistema con una arqueología de las discontinuidades en las sujeciones base de la autoproclamada “continua” Historia de la ratio occidental.

Gilles Deleuze (1925 Paris- 1995) en Mil Mesetas (1980), describe la imagen del Pensamiento dogmático como el espacio estriado o métrico de un ámbito doble indivisible del espacio liso u ocupación-sin-contar, inter-mantenidos en una Metafísica de flujos o fuerzas plurales en tensión, que producen efectos de identidades o sentidos excluyentes, permitiendo concebir la inter-contaminación del adentro y el afuera.

Emmanuel Lévinas, (1906 Lituania- 1995), expone lo que considera el sistema de la totalidad en Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad (1961), y propone ir “más allá” de él, no con una operación del Pensamiento totalizante, sino como vacío respecto a tal: una Heterología pura en la que partiendo de la revelación del otro concreto infinito, se da la relación ética como otro modo que ser.

En cambio, Jacques Derrida (1930 Argelia- 2004), tras explicitar lo que llama la Metafísica de la presencia logo-fono-céntrica, considera imposible salir a un afuera de la representación, por lo que lo excluido de tal sistema habita asediantemente: una Heterología inter-contaminada. Su propuesta será el modo de abrir espacio a tales indecidibles.

Lo que hará es, sin salir del sistema, estudiar las oposiciones base, supuestamente neutrales; cómo se articulan las fuerzas que las mantienen y en base a qué se estratifican. Irá detectando que tales polaridades no son naturales, sino resultado de realizar identificaciones excluyentes y jerarquizarlas arbitrariamente.

En el momento en que las oposiciones base se desvelan no simétricas a la Realidad, se tambalea su supuesta omni-abarcabilidad, abriéndose un espacio dentro del sistema, propicio para la intervención activa de un pensar no limitado a sus categorías, pudiendo atender a la diferencia a través del valor por oposición, no sólo en función de identidades excluyentes.

Si se concibiera la identidad como fruto de diferir de si misma, señalando que lo catalogado por el sistema como radicalmente otro está dentro, se podría pensar diferencialmente la diferencia como desplazamiento y la repetición, no como repetitividad tempo-lineal de una identidad, sino como repetición-acontecimiento singular irrepetible.

Estos autores no dicen lo mismo, ni hay linealidad entre ellos, pero todos intentan no partir del sistema de la identidad tempo-linealmente originaria, que limita toda comprensión a la representación de presencias.

2. Contexto histórico y testimonio de Jacques Derrida:

Derrida relata su experiencia como indecidible francés de origen judío argelino nacido en El-Biar, (Argelia, 1930), en El monolingüismo del otro (o del huésped) o la prótesis de origen (1996).

Como colonizado, tiene la identidad y la lengua del colonizador (=hegemonía de lo homogéneo auto-proclamada la Ley del sentido, original, transparente y natural), con las que no se puede identificar ni sentir suyas, pues se las dan y se las quitan según el orden vigente.

“No tengo más que una lengua y no es la mía.” [i].

Se encuentra en la supuesta dicotomía de aceptar la limitación al concepto impuesto y vivir protegido gregariamente con los demás excluidos, o intentar socializarse, sufriendo la inclasificabilidad y exclusión por ambas partes.

En 1952 comienza sus estudios de Filosofía en París, Francia, donde se perfilan dos matices indivisibles de su obra.

Por una parte, comienza su especialización en Edmund Husserl (1859 Alemania- 1938), y la fenomenología, publicando en 1962 Introducción a El origen de la geometría de Edmund Husserl, cuyos desbordamientos veremos más abajo.

Por la otra, cuando llega a Francia, la metrópoli origen del sentido que había dominado Argelia a distancia, descubre que el origen justificador de su identidad no es presente en ningún punto, sino que en el lugar de la “supuesta pureza” hay identidades plurales no homogeneizables. Donde debería estar la tesis auto-mantenida, hay prótesis, es decir, el sentido originario se erige auto-justificador ocultando que no es presencia pura.

Esta experiencia le da la distancia necesaria para tener identidad y lengua francesas, sin estar absolutamente identificado con ellas o limitado por ellas.

Consciente de que sólo puede hablar desde dentro de esa lengua, pues no hay afuera neutro al que salir para empezar de cero, ya que siempre se está hablando en alguna lengua y excluyendo su otro; pero también de que por su propio funcionamiento dice lo decible por ella, y se deja lo indecible por ella, hace siempre el doble gesto- double bind de “decir” y “no identificarse con lo dicho”, respetando la asimetría entre lo decible por las categorías de su lengua y lo indecible por ellas, que también se da. Tambalea, no elimina, lo dicho, manteniendo un espaciamiento en el sistema de lo dicho, que permita la in-venida de lo otro a lo decible por ese sistema en su forma propia.

Por eso mantiene que la posibilidad de hablar una lengua es la imposibilidad de hablarla de forma pura, pues siempre está contaminada por su indecible que la habita como lo excluido que permite la vigencia del sentido del mismo.

“Nunca se habla una sola lengua, o más bien no hay idioma puro.” [ii]

En ese doble gesto, según Jacques, se es realmente “fiel” a la lengua, no hablando sólo lo presente, sino dando espacio a lo que la asedia, siendo “infiel” o negligente con la negligencia.

“Si se quiere afectar a la lengua de algún modo es necesario hacerlo de manera refinada, respetando en la irrespetuosidad su ley secreta. Es eso, la fidelidad infiel: cuando violento la lengua francesa, lo hago en el refinado respeto de lo que considero una inyunción de esa lengua, en su vida, en su evolución.” [iii]

Abre espacio al acontecimiento singular irrepetible de ser con lo otro que in-venga.

Nótese que, si ya el idioma “original”, al decir, se deja lo indecible; en la traducción, que es sólo de lo dicho, se traducirían las categorías lingüísticas dichas, no el acontecimiento de tratar con lo indecible. Sería la segunda reducción de lo indecible. Es por lo que la traducción no es un tema entre varios para Derrida, sino la preocupación de mantener el espacio a lo otro a lo decible.

3. Hipóstasis: Diferir de la Metafísica de la presencia arje-onto-logo-fono-tecno-antropo-céntrica.

Si hemos entendido la prótesis en el origen, comprenderemos que Derrida no comience por una hipótesis plenamente presente a si misma, sino con un “diferir” respecto a la presencia plena, porque está tematizando el espaciamiento. De ahí el término hipóstasis: “Hipótesis” pero diferida de si, desplazada internamente de su identidad pura y simple, como un origen encentado.

“la presentación de la hipótesis no se presenta. La hipótesis o la tesis no se plantea. Si se planteara o se presentase lo haría, al menos, sin manifiesto ni automanifestación. Sin presentarse en el presente, toma, sin embargo, como suele decirse, posición -su «posición» o más bien su «suposición», a saber, la «responsabilidad» así considerada- como una transformación…” [iv]

3.1. La Metafísica de la presencia:

En 1967 Derrida publica De la Gramatología, La voz y el fenómeno y La escritura y la diferencia, en las que describe lo que considera el núcleo de la tradición filosófica occidental, explicitando sus oposiciones base, lo que él denomina: La Metafísica onto-teológica de la presencia logo-fonocéntrica.

Según Derrida, la Metafísica del discurso tradicional plantea la pregunta por el ser en la forma, “¿Qué es X?” y se proclama neutral, basándose en la supuesta cesura ontológica natural entre presencia y ausencia como entidades exclusivas y auto-mantenidas por relaciones económico-restitutivas de sus respectivas identidades.

-“Presencia” entendida como sustancia, punto de existencia “aquí y ahora”, con origen pleno tempo-lineal; quedando “ausencia” definida como la no-sustancia, no- existencia, final de la degeneración de la presencia, sólo contemplada como lo in-contemplable.

Se dan entonces las identificaciones de:

-Presencia, vida, origen pleno, sentido originario, lo conocido- cognoscible, lo dicho, el mismo, el sujeto versus ausencia, muerte, origen perdido, sinsentido, lo incognoscible, lo no-dicho, lo otro al mismo, lo no-sujeto.

-Un mismo como sujeto, centralización de atributos propios, núcleo de la actividad autónoma, voluntaria, responsable y racional. Y un otro, como el Mundo extra-humano, inevitable, y objetivado.

Surge así, un Pensamiento del tacto de un sujeto frente a un Mundo, en el que el sujeto es el origen del sentido, ya que su voz (foné), presentifica plenamente la conciencia a si misma, haciéndose consciente del sentido transparente del decir y del querer decir. La voz emitiría significantes fónicos representantes de unos significados presentes en la conciencia, cuya referencia directa al Mundo fenoménico (onto), por lógica de la identidad (logo), fundamenta una noción de Verdad como correspondencia entre significante fónico y significado interior, posibilitando el ataque cogitativo a la Realidad objetivada, buscando la presencia original (arjé), garante del valor veritativo.

Posteriormente, los significantes fónicos pueden ser representados por los signos gráficos de la escritura fonético-alfabética, técnica auxiliar acumuladora de información, que por estar sometida al cambio empírico del afuera al sentido interno, y ser susceptible de perderse en interpretaciones, carecerá de valor de verdad.

Esta primacía de la voz (foné), por su supuesta relación directa con el sentido interior inteligible (lógos), es a lo que Derrida llamará Logo-fono-centrismo. Pensamiento antropo-teológico, erigido sobre la premisa metafísica de que el Hombre es el centro de presencia del sentido originario o Lógos absoluto. Lo que justifica la acción expansiva desde el interior, y el trato imparcial, científico y académico de los propios límites, asimilándolos constantemente, en vistas a alcanzar un sistema enciclopédico omni-explicativo/predictivo como traducción simétrica de la Realidad, del que se puedan deducir la ética (antropo) y la política (tecno).

Es decir, una ética que relaciona identidades excluyentes económico-restitutivamente; y una política con una democracia de la hospitalidad condicional y economía restitutiva, mantenidas por el Estado soberano y convenciones internacionales, cuya justicia, reducida a hacer cumplir la Ley del derecho, está amparada en el uso autorizado de la fuerza, por un supuesto privilegio ontológico.

Pero, esta supuesta coexistencia pacifica y jerarquización neutral de “presencia versus ausencia”, “interior versus exterior”, “sentido originario versus sinsentido empírico”, ¿es natural?

3.2. Tambaleo de la Metafísica de la presencia.

Derrida sospechará de cualquier jerarquía que se planteé natural.

Hemos visto que en la onto-teología logo-fono-céntrica, la cesura ontológica (presencia/ ausencia), la lingüística (voz/ escritura) y la epistemológica (verdad interior inteligible/ pluralidad exterior sensible) se inter-justifican por una supuesta naturalidad. Si se da algún “tambaleo”, la “sacudida” será simultánea en todas las dimensiones.

Dimensiones:

A. Onto-teológica:

Tambaleo de presencia original versus ausencia: Espaciamiento a la huella presente-ausente out of joint.

Cuestionamiento de la pregunta autoproclamada neutral: “¿Qué es X?”

- Dimensión ontológica: La huella.

Es en De la Gramatología (1967) donde Derrida señala que en esta pregunta se está atendiendo al ser del ente en tanto que presencia. Reducción, que al auto-proclamarse pregunta neutral por el ser, ha eliminado todo espacio a imaginar otro tipo de pregunta y por tanto, de respuesta.

Si nos fijamos, la definición de presencia es exactamente la relegación de la ausencia. No es que se hayan formalizado imparcialmente dos opuestos coexistentes, sino que de una doblez indivisible se ha definido una dualidad, resultado de polarizar una presencia-ausencia que por si era indecidible. Oposición en la que el sujeto, creador de tales efectos de sentido, se ha identificado con la presencia, y se ha auto-elegido, oponiéndose a la ausencia, relegando teológicamente a la muerte, definida como paso del existir al no-existir, analítico-existencial bio-ántropo-tánato-teológica, es decir, como lo otro-fuera del sistema. Jerarquización valorativa que, según Derrida, fundamenta del Pensamiento del origen.

En un ejemplo. Es como si de una huella, marca o traza, se polarizarán la marca y la presencia origen de tal marca, y se implantara “la subordinación de la huella a la presencia plena” [v]; siendo que la huella no se deja resumir en la simplicidad de un presente”, precisamente la presencia-ausencia de la huella, es aquello que no tendría que llamarse su ambigüedad sino su juego” [vi].

La huella, donde se marca la relación con lo otro, articula su posibilidad sobre todo el campo del ente, que la metafísica ha determinado como ente-presente a partir del movimiento ocultado de la huella. Es necesario pensar la huella antes que el ente. Pero el movimiento de la huella está necesariamente ocultado, se produce como ocultación de sí.”

“la huella es la différance que abre el aparecer y la significación.” [vii]

Por tanto, los sentidos opuestos son resultado de un proceso de exclusión, en el que partiendo de la percepción de un otro respecto a un mismo, o de un movimiento de ida y vuelta de lo mismo conocido hacia lo otro incognoscible; una polarización de ese movimiento de diferición originario entre presencia y ausencia inseparables, dando dos definiciones-diferencias enfrentadas, exclusivas y estáticas; y una jerarquización moral por el deseo de la presencia plena, disfrazada de jerarquía ontológica.

- Mismo/ otro.

- Presencia/ ausencia.

- Vida/ muerte.

Con estos efectos de sentido trabaja el sistema. No son erróneos, pero no son neutrales, ya que al limitarse a presencia, dejan fuera del sistema, por irreducible a las categorías de presencia o ausencia, al propio movimiento de la diferición entre ellas, y puesto que el sistema se pretende omni-abarcante, queda catalogado como subproducto de la Realidad, siendo que si se da.

- El mismo es el diferir de su identidad plena, su propio lanzamiento al otro. Es el otro diferido o diferente.

- La presencia es la ausencia diferida o diferente y viceversa.

- La vida es la muerte diferida o diferente, y al revés pues la muerte ya aconteció al aparecer la vida. Son indecidibles por inter-contaminación.

Creer que los conceptos presentes son neutrales o naturales, es ser presa de la llamada en Márgenes de la Filosofía (1972), Mitología blanca, identificándose con los límites de un sistema parcial, que no soluciona todos los problemas, anula la posibilidad de imaginar lo que no soluciona y por tanto el abrir nuevas soluciones, dándole a lo no conceptualizable impunidad en la práctica.

Derrida no anula el Pensamiento de la presencia planteando otra jerarquización alternativa, con su consecuente limitación a esa nueva presencia; sino que muestra la no omni-abarcabilidad de las categorías de la presencia y cómo tratarlas con cierta distancia, para seguir el movimiento de diferición y las sendas cuya exclusión ha llevado a la vigencia de esos efectos de sentido. O lo que es lo mismo, abre desde dentro la asimetría entre la huella presente-ausente y la Metafísica de la presencia, permitiendo que lo excluido se dé.

“un modo de habitar las estructuras metafísicas para llevarlas hasta su límite: solicitación (en el sentido etimológico de “hacer temblar”) que permitirá que dichas estructuras muestren sus “fisuras””. [viii]

Sería la forma de atender a lo que la Metafísica de la presencia conceptúa y a lo que excluye por su propio funcionamiento, pues la primera reducción obliga a un doble gesto constante de decir y no reducirse a lo dicho, en un corrimiento general del sistema, ya que de la huella presente-ausente siempre resta lo irreducible a presencia.

* Resto:

-Este resto irreducible a presencia es inasimilable, inapropiable e im-provocable por incognoscible desde tal sistema. Es, precisamente, lo que hace trascender la noción de mismo, lo que no es “ser mismidad”.

Nunca va a ser presente, por tanto, se puede decir que siempre va a estar por-venir a la presencia, pero nunca llegará. Es un indecidible.

“El resto no 'es', porque no es lo que permanece,(…) una iterabilidad más bien, que ya no se anuncia sólo a partir del ser o de la enticidad.(…) lo que puede desaparecer.” [ix]

Es lo que, sin ser presente, se da asediando el discurso de la presencia como el excluido, que, por un lado, posibilita el sentido pleno de las diferencias; y por otro, resta clamando sentido, aunque sea irreducible a cualquier sentido que el mismo intente darle.

Por tal modo de ser presencio-ausencial, siempre está amenazado por la presencia fagocitadora a ser reducido a ella, pudiendo desaparecer sin dejar rastro presente, pues jamás ha sido presencia.

La preocupación de Derrida es precisamente no fagocitar al resto manteniendo su espacio: la asimetría irreducible a la presencia.

Vemos que este movimiento de ir y volver ha tambaleado la noción de tiempo logo-fono-céntrica, lo que nos permite pasar a la dimensión teológica.

-Dimensión teológica: Out of joint (=fuera de quicio).

*Out of joint temporal:

La huella no es sólo la desaparición del origen; quiere decir aquí ― (…) ― que el origen ni siquiera ha desaparecido, que nunca ha sido consti­tuido más que después por un no-origen…” [x]

La huella presente-ausente, no se rige por el tiempo lineal de la presencia plena que iba degenerando hacia la ausencia plena, sino que es un tiempo “fuera del quicio” de estas polarizaciones. No parte de un origen, ni se reduce a un presente, se da, va y vuelve, asedia, es indecidible. Es acontecimiento presente-ausente difiriente del propio darse, auto- espaciamiento y temporalización.

Para referir a ese tiempo inclasificable por las categorías de la presencia, Derrida recurre a “out of joint”, término auto-horadado que el dramaturgo y poeta William Shakespeare (1564 Inglaterra- 1616) utiliza en Hamlet (1600) para referirse:

al hecho de que todo no se puede reunir en un presente homogéneo. (…) el tiempo está out of joint, designando de este modo, a la vez, la temporalidad y ese tiempo, ese mundo fuera de sus goznes y, por lo tanto, disyunto. Se trata aquí de hacer que algo suceda al/en el presente, cambiando el orden y el tiempo.” [xi]

El comentario de Jacques sobre El instante de mi muerte (1994) de Maurice Blanchot (1907 Francia- 2003), lo aclara meridianamente.

Cuenta que el protagonista, el propio Blanchot, está frente al pelotón de fusilamiento y en el último momento es liberado:

“el instante de mi muerte desde entonces siempre pendiente.” [xii]

El que va y vuelve a su muerte se encuentra con que su muerte ya ha acontecido. A partir de entonces, está en un contratiempo en el que, siendo presente la vida, la ausencia plena también está asediando a la presencia de una forma no presente, sino constantemente diferida.

El protagonista ya no es clasificable por el tiempo de la presencia, es un presente-ausente indecidible con otros presente-ausentes out of joint.

* Out of joint Espacial:

Como podemos ver, también se ha tambaleado la noción de espacio.

En La palabra soplada y El teatro de la crueldad y la clausura de la representación, de La Escritura y La Diferencia, o en Sacrificio (1993), Derrida tambalea la noción de espacio limitado a la representación de la presencia con la puesta en escena de la dislocación que ve en el teatro de Antonin Artaud (1896 Francia -1948).

Aquel que apuesta por el impacto violento en el espectador. Para ello, las acciones, casi siempre violentas, se anteponen a las palabras, liberando así el inconsciente en contra de la razón y la lógica”. [xiii]

La experiencia de Antonin, según Derrida, fue llegar al im-poder seguir pensando en presencia plena y tener que tratar con lo borroso-indecible que habita entre las palabras, que ahora parecen auto-erosionadas en su centro.

Llegó a donde la inspiración falla, a donde no hay musa que sople las palabras del sentido originario en presencia plena y se comprende que ésta era un efecto de polarización de un origen diferido de si o encentado (=entame). Cosa que se experimenta como el auto-horadarse del sentido o como el robo de una presencia que, en realidad, nunca se ha tenido. A lo que Antonin llama: Crueldad.

De ahí que en el Teatro de la crueldad intentara afirmar esa necesidad ineluctable, y producir espacio, no limitado a las nociones del Hombre logo-fono-céntrico, ni a la palabra transparente, articulada y lineal, liberándolo de ser la ilustración de un discurso de sentido.

Aprovechaba el out of joint del teatro y la indecidible actitud del público de creer y no creer lo que acontece, abriendo espacio a un darse de la obra sin autor original, sin director tempo-espacial, sin actor instrumental, sin público consumidor pasivo; sólo la puesta en escena de la dislocación. Generar efectos de sentido al espaciar, sin necesidad de origen, ni destino presentes, posibilitando un espacio para que in-viniera lo otro, donde saber-habérselas-con lo inasimilable e inconsumible.

A pesar de todo, Artaud no consigue tambalear el deseo de presencia plena, pues lo que pretendía era precisamente “provocar” lo que se escapa, lo otro, lo atematizable con un gesto absoluto como diferencia pura, sin dejar presencia detrás, restaurando la integridad de lo dislocado, irrepetible, ilegible, del acontecimiento asistemático, im-provocable e irrestaurable. Intento abortado desde el principio, pues no se puede conflagrar la huella presente-ausente, ya que no se da de una vez en un punto presente, es un sistema de huellas de huellas, lanzamiento al otro constante, nunca simétrico. Lo que no deja presencia detrás es la ausencia y ésta habita. Es lo impensable desde la presencia y por tanto, improvocable desde ella, sólo se le puede abrir espacio y dejar que in-venga como otro.

Aún así, Derrida hereda el no limitarse al tiempo-espacio logo-fono-céntrico de la presencia plena y el partir de la huella diferida con su espaciamiento out of joint a lo no contemplado por el sistema de la presencia.

“El arte del contratiempo es también un arte de lo político, un arte de lo teatral, el arte de dar la palabra a contratiempo a aquellos que, en los tiempos que corren, no tienen derecho a la palabra.” [xiv]

Estas sacudidas de las nociones de tiempo-espacio en las que transcurría linealmente la presencia plena, va a hacer temblar todo el edificio de la Metafísica de la presencia. Como veremos en La juntura de De la Gramatología, la linealidad de presencia a ausencia es lo que une la Metafísica y su técnica; la noción lineal de la voz y su escritura, significantes de naturaleza auditiva limitados a la sucesión lineal.

B. Lingüística:

Tambaleo del signo logo-fono-céntrico: Espaciamiento al sistema de huellas.

En De la Gramatología y en La voz y el fenómeno es donde trata el signo logofonocéntrico.

Esta vez explicitará las oposiciones base de la lingüística, para dislocar su proclamada simetría explicativa.

Analiza el signo desde el Estructuralismo y la Fenomenología con F. Saussure y E. Husserl.

El lingüista Ferdinand de Saussure (1857 Suiza- 1913) consideraba que la lingüística del Siglo XIX no cuestionaba el funcionamiento del lenguaje, así que propuso analizarlo estructuralmente.

En su Curso de Lingüística General (1917) define “lenguaje” como un sistema formal de diferencias y oposiciones entre signos sincrónicos, cuya significación es fruto de la diferición con el resto de los elementos del sistema.

En el signo se podrían distinguir un componente material o imagen acústica (=significante) y otro mental o idea (=significado), inseparables pero jerarquizados. El primero es arbitrario respecto al segundo, que estaría unido de forma natural al sentido.

Como podemos observar, esta jerarquizazión es presa de la Metafísica de la presencia y las dicotomías de interior/exterior, motivo por el cual considera al habla expresión directa del sentido, y único objeto de la lingüística, quedando la escritura como mera representación de aquella.

Por eso, Derrida, en La fenomenología y la clausura de la metafísica.
Introducción al pensamiento de Husserl
y en La escritura y la diferencia atiende a Edmund Husserl (1859 Alemania- 1938) y la Fenomenología que:

intenta sin cesar conciliar la exigencia estructuralista que conduce a la descripción comprensiva de una totalidad, de una forma o de una función organizada según una legalidad interna, y en la que los elementos no tienen sentido sino en la solidaridad de su correlación o de su oposición, con la existencia genetista, es decir, el requerimiento del origen y del fundamento de la estructura.”

“es una filosofía de las esencias consideradas siempre en su objetividad, su intangibilidad, su aprioridad; pero, en el mismo gesto, es una filosofía de la experiencia, del devenir, del flujo temporal de la vivencia, que es la última referencia.” [xv]

Husserl siguió varias etapas en su definición de la dialéctica que, según él, mediaba entre historia y estructura buscando el origen de la idealidad.

Finalmente, intentando no caer en génesis psicologistas o fácticas, ni en estructuralismos a lo Dilthey o del tipo Gestalt, recurrió a la reducción eidética como neutralización de concreciones. Tal epojé permitiría atender a lo que llamó las cosas mismas previas a la especulación, tanto sensibles como inteligibles; consideradas intuiciones de las esencias a priori necesarias, fenómenos de la conciencia no empírica; estructura originaria de la intencionalidad trascendental como unidad entre pasividad y actividad y base de toda posible exactitud.

Que la Fenomenología no fuera una ciencia exacta clausurable, demostraba que era la propia apertura: la hyle o pasividad no intencional de la vivencia y el contener el noema, la objetividad de un objeto, pero que no le pertenece.

La relación pensamiento-lenguaje es que el lenguaje es la expresión de un adentro consciente, de un sentido originario por intuicionismo trascendental, a través del signo (=intermedio entre significante y significado) que le permite separarse totalmente de la contingencia que lo constituye, haciéndolo transmisible.

Pero fijémonos en las preguntas iniciales de Husserl.

-¿Cómo se relacionan la génesis material y la estructura ideal?

-¿Cuál es la relación entre objetos ideales y transmisión histórica?

-¿Cuál es el vínculo entre individualidad y universalidad?

Sólo son formulables si previamente se ha definido ese sentido absoluto y la jerarquización entre inteligible y sensible; si ya se ha reducido el problema desde el inicio a “dialéctica” entre trascendental/ empírico, interior/ exterior, dentro/ fuera, presencia/ ausencia, voz y fenómeno.

Abierta esta asimetría, hace notar Derrida que la génesis y la estructura, el pensamiento y la técnica que lo transmite, no se jerarquizan; sino que se inter-influencian y retroalimentan. La “dialéctica” es complementariedad o “diferencia”; lo empírico es lo trascendental diferido o diferente y viceversa.

La voz y el fenómeno mantiene entonces que el funcionamiento de un signo no se basa en que remita a una presencia plena, a una intuición plenamente presente a si misma, sino en que lo habita la ausencia, ya que debe seguir significando en ausencia de emisor, receptor, referencia, intención, etc.

Esta conclusión la sacamos, pues, de la idea de gramática pura lógica: de la distinción rigurosa entre la intención del querer-decir () que puede siempre funcionar «en vacío» y su cumplimiento «eventual» por la intuición del objeto. Esta conclusión es reforzada encima por la distinción suplementaria, también ella rigurosa, entre el cumplimiento por medio del «sentido» y el cumplimiento por medio del «objeto». Aquel no exige éste…” [xvi]

Ese poder separarse de su presencia plena y funcionar en ausencia es lo que constituye su idealidad, el que pueda ser repetible. Repetición no de la misma identidad plena cada vez, sino repetición con diferencia, el ser citable o injertable sin original. La iterabilidad indefinida en alteridad sería la posibilidad de la repetición y por tanto de la idealidad.

Se sigue que la supuesta presencia plena es interior e ideal, pero la idealidad es iterabilidad, presencia plena diferida de si. Lo que permite que se dé presencia plena imposibilita que sea de forma pura.

De modo que, en Husserl la presencia ideal trasciende la caducidad empírica, y en Derrida, la imposibilidad de la presencia plena suscita la necesidad de la idealidad que la constituye.

Ahora se puede abrir espacio a la hipótesis de Saussure del significar diferencial, pues aunque su Teoría del signo seguía presa del Lógos absoluto, abrió una asimetría en el Logo-fono-centrismo al definir el signo como arbitrario, y acto seguido, afirmar que la relación entre habla y sentido era natural.

Si en un sistema diferencial los signos, gráficos o fónicos, significan por cuanto difieren de los demás, la identidad de un signo está compuesta de su remitencia a los otros o de la huella presente-ausente que los otros han dejado en él. La identidad ya no es una presencia plena, por tanto todo significado es ya un significante. No hay un sentido supuesto natural que justifique ninguna jerarquía. No hay palabra plena, que se adecue a la Realidad simétricamente.

En esta tesitura, la escritura ya no tiene que reducirse a ser fonético-alfabética y lineal, alegando que representa un sentido natural de la voz; pues ésta es sólo una de sus posibles formas:

“"escritura" significa inscripción y ante todo institución durable de un signo.” [xvii]

Acaba de liberar a la Gramme:

“Se lo puede llamar grama o différance. El juego de las diferencias (…) cada 'elemento' ―fonema o grafema― se constituya a partir de la huella en él de los otros elementos de la cadena o del sistema.” [xviii]

Donde ya no hay jerarquía entre presencia/ ausencia, porque el sentido se basa en el juego de la huella presente-ausente.

La diferencia suplementaria sustituye la presencia en su falta originaria a ella misma”.

“se des-presenta para re-presentarse como tal, si la fuerza de repetición del presente viviente que se re-presenta en un suplemento porque no ha sido jamás presente a sí mismo.” [xix]

De esta forma, llegamos a El suplemento de origen.

En el origen no tenemos presencia plena, sino suplemento, indecidible que Derrida ha heredado infielmente de la Teoría de la suplementariedad de la escritura de Jacques Rousseau (1712 Suiza- 1778).

Rousseau también subordinaba la escritura a la foné, afirmando que aquella era un suplemento de la voz del sentido originario, un complemento añadido y secundario. Pero Derrida, sacará partido de la doblez de ser suplemento, pues un suplemento puede ser añadido (com-plemento) y puede ser suplente (su-plemento).

Si el suplemento puede tanto ser un suplente, una presencia plena, como un añadido a otra presencia plena, es decir, ausencia de tal; es una huella presente-ausente cuya doblez ha sido reducida a uno de sus posibles efectos de sentido, precisamente al que queda relegado a la voz. Se desvela la jerarquía valorativa encubierta de la Metafísica de la presencia.

Lo que hace Derrida es mostrar que la archi-escritura-huella ha podido ser relegada a segundo lugar en este sistema de la presencia, porque por principio arbitrario se la definió de forma reducida y secundaria, definición que se proclamaba natural.

Definir la escritura como escritura fonética, alfabética y lineal es jerarquizarla por debajo de la voz, reduciendo el acontecimiento presente-ausente de la escritura a la noción vulgar que ha progresado en occidente, sin dejar espacio.

“Vulgar” u “ordinaria” ya que en otros ámbitos también occidentales, como el científico o el artístico, no es utilizado ese tipo de escritura.

Desvela que se ha erigido como el sentido absoluto una definición etnocéntrica, como leemos en La violencia de la letra, en De la Gramatología, donde analiza el estudio antropológico de Claude Lévi-Strauss (1908 Bruselas- 2009 París) sobre la tribu de los Nambikwara.

Lévi-Strauss mantenía la distinción neutra y universal entre naturaleza/ cultura. Naturaleza como sentido plenamente presente a si mismo, quebrado desde el comienzo de la escritura que da lugar a la cultura.

Al plantearse universal, el etnólogo mantiene su jerarquía arbitraria como si fuera natural, posibilitando clasificaciones, favorables para occidente, del tipo: Pueblos con historia/ pueblos sin historia; pueblos con escritura/ pueblos sin escritura, etc. siendo que si tenían escritura, pero no fonético-alfabético-lineal.

la energía del grafein como borradura originaria del nombre propio. Existe escritura desde que se tacha el nombre propio dentro de un sistema…”

“lenguaje que consiste en inscribir en una diferencia, en clasificar, en suspender el vocativo absoluto. Pensar lo único dentro del sistema, inscribirlo en él, tal es el gesto de la archiescritura: archi-violencia, pérdida de lo propio, de la proximidad absoluta, de la presencia consigo, pérdida en verdad de lo que nunca ha tenido lugar…” [xx]

Derrida ha abierto espacio a una noción de escritura no sometida a la voz del sentido originario, una archi-escritura como juego de la diferencia, (autoespaciamiento-temporalización), condición de la significación, posibilidad del lenguaje en general, anterior (no tempo-linealmente) a la distinción entre la palabra hablada y la escritura fonético-alfabética sin ser tercer término, sino el mantenimiento del espaciamiento para que lo presente-ausente, irreducible a presencia, in-venga.

Tambaleo del lenguaje logofonocéntrico: Espaciamiento al testimonio.

Recapitulando. Si ya no tenemos una presencia plena originaria, Lógos absoluto exteriorizado por la foné que justifique jerarquías de origen; las distinciones fijas logo-fono-céntricas de un lenguaje veritativo versus cualquier otro también se tambalearán, abriendo espacio a un lenguaje de huellas sin origen tempo-lineal.

En El tiempo de una tesis: puntuaciones (1980) y en La deconstrucción en las fronteras de la filosofía (1989) Derrida cuestiona las cesuras en el uso del lenguaje.

La jerarquización de lenguaje logocéntrico versus lenguaje literario, fundamentada en que el lenguaje de la presencia decía el sentido y el literario no, es de nuevo una polarización y relegación arbitraria que tendremos que tambalear para abrir espacio al excluido asediante. De hecho, el lenguaje literario lo que hace es trabajar con la metáfora, cuyo significado más exacto es “inexactitud”; lo que no se puede sustituir por un significado más exacto (=catacresis). Es decir, lo indecidible entre propio e impropio, lo que escapa y habita a las categorías polarizadas.

Si nos damos cuenta, una metáfora sólo puede darse en un marco de pensamiento donde ya rija la distinción sentido propio/ sentido impropio, pero esta polarización es formalizable si se da la inter-contaminación de lo propio y lo impropio; así que la metaforicidad sería la condición de posibilidad de cualquier efecto de sentido polarizado. Es el espaciamiento.

Ya no se puede desenmascarar la metáfora buscando el sentido original que oculta, porque el sentido pleno es un efecto de polarización y la metaforicidad es la condición del juego entre presencia y ausencia.

Tal indecibilidad permitirá utilizar el lenguaje con el doble gesto de “decir” y “tambalear lo dicho” abriendo espacio a que in-venga lo in-decible sin reducirse a la forma de lo decible; asumiendo por principio su forma de habitar asediante, la unidad disjunta, la pluralidad de interpretaciones y la irreductibilidad al uno.

Se daría una escritura diferida con textos no idénticos a si mismos, susceptibles de lecturas diseminantes, con movimientos omni-direccionales más allá de la conciencia voluntaria del mismo; desvío retroalimentado que abre espacio a lo inesperable.

Cada lectura es una lectura-escritura, porque no sólo lee lo escrito en presencia, sino que abre espacio a lo asediante, tambaleando las categorías, viendo el ir-volver-excluir que las constituye, quitando obstáculos a que se produzcan contrasentidos según ellas, dejando al otro, im-provocable por irreconocible, in-venir.

Así el mismo se deja decir y se hace cargo del síntoma-acontecimiento singular imprevisible de lo que cae. Ha abierto espacio a un lenguaje sintomático incontrolable, un sistema de huellas que da dándose.

Será el lenguaje de envíos, irreducible e indecidible entre el logocéntrico y el literario, que utilizará en el testimonio.

Nótese que Derrida ha podido tambalear las cesuras logo-fono-céntricas de lenguaje y espacio porque no se ha limitado a ellas. Trataba tanto el tiempo lineal como el fuera de quicio; el lenguaje logocéntrico como el literario-testimonial; el espacio representativo y el escénico, y al notar intraducibles entre ellos, se abría una asimetría en el sistema omni-abarcante, posibilitando la venida de lo indecidible. Está constantemente hablando más de una lengua, o la misma lengua pero considerando la doblez de lo que excluye del sentido.

Si atendiéramos a otras sendas del acontecimiento que han sido excluidas del sentido (literatura, arquitectura, teatro, etc.) veríamos que lo invisibilizado en un polo de la dualidad se ve desde otro y en el sobrevuelo de los dos. Notaríamos la necesidad de un lenguaje no limitado a decir lo dicho y de la apertura de espacialización.

Hablar más de una lengua. Tambalear la única lengua que se tiene para hablar doblemente, decir lo decible y abrir espacio a lo indecible.

C. Dimensión epistemológica:

Tambaleo del pensamiento del origen: Espaciamiento al pensamiento de la diferencia.

Mónica Cragnolini utiliza en Derrida, la escritura y la muerte (2005), el término hantologie, homófona de ontologie en francés, para referirse a esa manera de estar en la ontología de la presencia difiriendo de su presencia plena, sin reducirse a ella, fluidificando las polarizaciones y abriendo espacio a lo que escapa y asedia a las categorías, a sus “fantasmas” o “espectros”.

Derrida en Del Espíritu. Heidegger y la pregunta (1987) emplea el término revenants, traducido por “(re)aparecidos”, para referirse a los excluidos de las categorías. Primero, porque la aparición del excluido ya es diferida de si, por ser huella como todo acontecimiento. Segundo, porque aunque la presencia los intenta reducir, son infagocitables por ella, siempre re-aparecen de esa forma presente-ausente o asediante. Y tercero, porque estarán por-venir siempre a la presencia, son indecidibles fuera del quicio del tiempo lineal.

indecidibles, es decir, unidades de simulacro, 'falsas' propiedades verbales, nominales o semánticas, que ya no se dejan apresar en la oposición filosófica (binaria) y que, sin embargo, la habitan, resisten a ella, la desorganizan pero sin constituir jamás un tercer término” [xxi]

Abrir espacio a esos indecidibles es dejar que se dé la différance.

Différance:

En Márgenes de la Filosofía (1972) Derrida explicita que el movimiento difiriente de la huella originaria, inter-contaminación espectral entre mismo y otro cuya polarización constituye las diferencias presentes contrapuestas, es el modo de tener lugar el acontecer singular irrepetible. El mismo difiriendo de su presencia plena en su lanzamiento al otro a través de un auto- espaciamiento y temporización, como producción de intervalos espaciales y temporales que señalan al otro dentro del mismo.

Por este movimientos se presentan, se relacionan y se fluidifican las diferencias presentes con sentido pleno, sobrepasándolas constantemente, ya que no hay nada al margen de él. Es a lo que Derrida llama différance.

el movimiento de juego que 'produce', por medio de lo que no es simplemente una actividad, esas diferencias, esos efectos de diferencia. (…)

Es preciso que un intervalo lo separe de lo que no es él para que sea él mismo, (…) lo que puede denominarse espaciamiento, devenir-espacio del tiempo o devenir-tiempo del espacio (temporización).” [xxii]

Inapropiable e irreducible a la representación de presencias, porque es el juego de las diferencias presentes que abre abriéndose, por tanto, indecible e irreconocible desde la presencia.

*Indecible:

No se puede decir de ello que sea presente, porque es el diferimiento espaciamiento-temporización presencio-ausencial para el que ninguna inyucción es construcción simétrica.

El otro se da abriendo la relación asimétrica con el mismo, pues el Don de su acontecer, que da dándose, es irreducible a presencia. Se ofrece a ser respondido por la presencia, pero es inrespondible de forma plena por ella, por lo que siempre está expuesto a la injusticia de que se lo reduzca.

No se puede decir una palabra simétrica a ello, porque siempre se habla en presencia y ello es huella presente-ausente, lo cual implica que tampoco es traducible, pues ya sería la reducción de presencia a la presencia de otro sistema de huellas, a otro idioma; la segunda reducción de la huella que no deja resto presente porque jamás fue presencia. Se debería traducir todo el sistema de huellas y éste es irrepetible por si, e irreducible al sentido del mismo.

*Irreconocible:

Es un acontecimiento otro al mismo, teórico-prácticamente irreducible al sistema de presencia o de lo pensado; es decir, impensable, inanticipable e improvocable desde él.

El acontecimiento no se reduce al hecho de que algo acontezca. Es una singularidad absolutamente otra. (…) para el que se Carece de horizonte de espera, (…) Y siempre cabe la posibilidad de que el arribante no llegue (…)” [xxiii]

El acontecimiento es precisamente la experiencia de lo calificado como im-posible por la Metafísica de la presencia, que sólo tiene las categorías de ser o no ser y dejan fuera lo presente-ausente.

“el in- de lo im-posible es, sin duda, radical, implacable, innegable. Pero no es simplemente negativo o dialéctico, introduce a lo posible”. [xxiv]

Vemos que lo predecible desde la Metafísica de la presencia no se puede considerar acontecimiento, sólo la explicitación de algo ya conocido. Es por lo que la calificación de algo como imposible según ella es la condición de posibilidad de que algo acontezca como inesperado al sistema.

Todo lo anterior queda ejemplificado en el propio término de différance.

Dado que no hay jerarquización entre ejemplo y original, el propio caso de “différance”, ya es un acontecimiento singular irrepetible, lo más adecuado para referir un acontecimiento singular irrepetible.

La alteración de la “a” de différance marca un espaciamiento con la palabra aceptada como correcta en francés: différence.

Ya hemos visto varios casos como hantología y ontología, o hipóstasis e hipótesis, más adelante veremos hostipitalidad y hospitalidad, amancia y amistad, etc.

La clave del recurso de la homofonía es que, sonando igual en francés, la escritura es diferente, es decir, se ha dado una variación que la foné no ha detectado, lo que implica que, por una parte, se ha abierto una asimetría entre la escritura y la foné. Hay algo más en la escritura que la voz no ve, luego aquella no es mera representación de esta. Y por otra, que ese algo no constituye un tercer término independiente, sino que habita el considerado correcto, haciendo a la palabra inclasificable por las categorías presentes. Différance no es nombre, ni verbo, ni hecho, ni acción; es una ordenación, un acto de ordenar, y un ordenamiento. Dice-desdice la escritura fonética clasificatoria de presencias, las fluidifica y da oportunidad a lo irreducible a presencia a darse de una forma no presente, asediante.

“archi-escritura, movimiento de la différance, archi-síntesis irreductible, abriendo simultáneamente en una única y misma posibilidad la temporización, la relación con el otro y el lenguaje”.

Archi-escritura, primera posibilidad del habla, luego de la “grafía” en un sentido estricto, lugar natal de la “usurpación” denunciada desde Platón hasta Saussure, esta huella es la apertura de la primera exterioridad en general, el vínculo enigmático del viviente con su otro y de un adentro con un afuera: el espaciamiento.” [xxv]

Des-sedimentación o diseminación.

-Deconstrucción:

Entonces, Derrida dice en Papel Máquina (2003) que “la deconstrucción sería quizá ‘la experiencia de lo imposible‘” según la Metafísica de la presencia.

El “quizá” refiere a que a lo imposible no se lo puede provocar, sólo se le puede abrir espacio a que in-venga. Asimetría dislocada por:

“un pensamiento del origen y de los límites de la pregunta '¿qué es...?', la pregunta que domina a toda la historia de la filosofía.” [xxvi]

Que “analiza y cuestiona parejas de conceptos que se aceptan normalmente como evidentes y naturales” [xxvii]

Al pensar la genealogía estructurada de sus conceptos de la manera más fiel, más interior pero al mismo tiempo, desde cierto afuera por ella incalificable, innombrable, determinar lo que esta historia ha podido disimular o prohibir, convirtiéndose en historia por medio de esta represión que de alguna manera es interesada”. [xxviii]

Sería la des-sedimentación desde dentro de la jerarquía de los sentidos plenos autoproclamados originarios.

Se siguen los límites del concepto hasta que, por su propia lógica conflictual, revierte sobre si como su otro excluido, del que siempre dependió, mostrando la indecibilidad entre sentido y sinsentido, lo clasificado y lo inclasificable.

El sentido originario se disemina señalando su diferición interna. Algo escapa a la construcción.

“Diseminación no quiere decir nada en última instancia (…) marca una multiplicidad irreductible y generativa. El suplemento y la turbulencia de una cierta ausencia fracturan el límite del texto, prohíben su formalización exhaustiva y clausurante (…)” [xxix]

Es, precisamente, lo que hemos estado haciendo con los sentidos vigentes de la Metafísica de la presencia. Podemos señalar qué es deconstruir observando cada deconstrucción concreta, cada acontecimiento singular de abrirse a lo otro excluido de cada definición; pero no extraer un método presente de la deconstrucción porque es esta forma espacializante de estar en el pensamiento de la presencia sin reducirse a él.

“Su futuro radica justamente en que la 'práctica' sea transformada, desfigurada. Es obvio que si se somete a una fórmula normalizada e identificable, reconocida ya en un momento dado, entonces no debería tener futuro.” [xxx]

Por eso, en Carta a un amigo japonés (1985) donde intenta explicar cuál sería la forma de no traducir “deconstrucción”, la clave es que la traducción simétrica es imposible por ser la reducción del otro al mismo por segunda vez. La palabra japonesa que quisiera mostrar el acontecimiento que señala y es “deconstrucción”, tendría que ser una palabra presente-ausente irrepetible, auto-horadada, diferida de si, pura-impura, intraducible, al modo de hipóstasis, différance, hostipitalidad, etc.

Tambaleo del libro-origen de sentido: Apertura al texto como sistema de huellas:

Si Deconstrucción es:

Lo que llega o no llega a llegar, a ocurrir, es decir, una cierta dislocación que de hecho se repite con regularidad [...] en lo que se denomina clásicamente los textos de la filosofía clásica, por supuesto y por ejemplo, pero asimismo en cualquier texto (…)” [xxxi]

Ya no rige la lógica de la identidad de un sujeto frente a un escrito-objeto al que ataca cogitativamente para descubrir su sentido, sino una lógica de la contaminación del X sin X.

De la contaminación debido a la indecibilidad de la huella del otro en el mismo como otro, no reducido al mismo, desbordamiento constante del mismo por el otro visitante.

Y del “X sin X” dado que la posibilidad de que un X se dé es la imposibilidad de que lo haga de forma pura, pues la pureza era resultado de la polarización.

Vemos que la sacudida de la presencia y del sentido ha tambaleado al libro como:

una totalidad, finita o infinita, del significante; esta totalidad del significante no puede ser lo que es, salvo si una totalidad del significado constituida le preexiste, vigila su inscripción y sus signos, y es independiente de ella en su idealidad.” [xxxii]

Y ahora tenemos texto, entendido como una “red diferencial”, un “tejido de huellas” que remite indefinidamente a algo otro [xxxiii]. Sistema de huellas del que también forma parte el sujeto, ya no como el centro de la acción voluntaria, sino como el que se abre pasiva y activamente a lo otro.

La encentadura de la deconstrucción, que no es una decisión voluntaria (…) arranca de acuerdo con unas líneas de fuerza y con unas fuerzas de ruptura localizables en el discurso que hay que deconstruir.” [xxxiv]

Toda lectura es escritura, espaciamientos a excluidos en el sistema de huellas.

Escribir quiere decir injertar. Es la misma palabra. El decir de la cosa es devuelto a su ser-injertado. El injerto no sobreviene a lo propio de la cosa. No hay cosa como tampoco hay texto original.” [xxxv]

Aunque atención, no todo es un espaciamiento:

“El suplemento de lectura o de escritura debe ser rigurosa­mente prescrito pero por la necesidad de un juego, signo al que hay que conceder el sistema de todos sus poderes”. [xxxvi]

El hecho de que esta estrategia o hábito de lectura-escritura espacializante no salga del texto y no tenga solución dialéctica es porque no hay afuera del texto, todo es inter-contaminación. De aquí que Derrida lo llame Materialismo no dialéctico.

Si nos fijamos se ha tambaleado otra noción a la par que la de libro, que es la de archivo.

Tambaleo del archivo de presencias: Apertura al archi-archivo.

En Mal de archivo (1997) Derrida señala que el archivo logo-fono-céntrico de la presencia, se erige como lugar de la Ley del sentido del mismo, instituyendo, conservando y garantizando la repetitibilidad idéntica de los efectos de sentido.

Los instituye porque los medios de archivación determinan los acontecimientos archivables, y con ello su herencia. Si sólo se archiva la presencia y la ausencia no, por inclasificable por tal medio, transmitirá lo tematizado, la segunda parte del gesto de tambalearlo abriéndose a la ausencia no. Si además se mantiene que lo archivado es simétrico a lo que se da, lo excluido desaparece sin dejar rastro presente.

Vemos que no era neutral la técnica de transmisión y almacenamiento de conocimiento como proponía el sistema de la presencia.

Con la lectura-escritura que propone Derrida se atiende al archivo de forma no sólo presente, dejando la asimetría a lo que en él aparece como ausencia, como su excluido que permite la vigencia de los sentidos presentes. Ha abierto espacio al archi-archivo de huellas presente-ausentes, que también es out of joint, pues mantiene “archivado” el espaciamiento de lo que jamás ha sido presente y siempre estará por-venir a la presencia. Ese espaciamiento es la promesa emancipadora a lo excluido ya venida, el tiempo fuera de quicio de una memoria del por-venir, de lo jamás presente. Y, dado que siempre quedan excluidos en todo dicho, porque son lo irreducible a presencia, el archi-archivo es abierto y la tarea de atender al resto, singular e infinita:

"[...] sin regla general ni regulada, sin respuesta otra que aquella que va ligada singularmente, cada vez, al acontecimiento de una decisión sin regla y sin voluntad en el transcurso de una nueva prueba de lo indecidible" [xxxvii]

Por eso el lector se hace parte del corpus del archi-archivo. Al no haber jerarquía entre original y suplemento, su lectura-escritura es sistema de huellas indecidible con el texto, porque aconteció inseparable a él.

Un heredero que no fagocite al otro en el mismo, es lo que Derrida llama ser fielmente infiel al texto o ser fiel a los varios que componen el sistema de huellas del texto, no limitándose a la presencia que dice, quitando obstáculos a que se dé otro respecto a las categorías presentes de ese texto, abriendo espacio a la experiencia de lo imposible desde ahí, al acontecimiento impensable.

Esta es quizás la clave de Derrida:

"Más vale la apertura del porvenir: éste es el axioma de la deconstrucción, aquello a partir de lo cual siempre se ha puesto en movimiento, y lo que la liga, como el porvenir mismo, con la alteridad, con la dignidad sin precio de la alteridad, es decir, con la justicia. (…) Lo indeconstructible, si lo hay, sería la justicia.” [xxxviii]

«La justicia como relación con el otro ¿acaso no supone, por el contrario, el irreducti­ble exceso de una dis-yunción o de una anacronía, cierto Un-Fuge, cierta dislocación out of joint en el ser y en el tiempo mismo, una dis-yunción que, por afrontar siempre el riesgo del mal, de la expropiación y de la injusticia?” [xxxix]

Es decir, la justicia como el espaciamiento mismo a lo que escapa a la construcción, a la de-construcción.

El por-venir de la deconstrucción:

Decíamos que la deconstrucción es el hábito de lectura-escritura interminable de atender constantemente a lo excluido de lo dicho, así que no se da un “tras la deconstrucción”, no se llega a la trasgresión definitiva porque no hay linealidad temporal, ni afuera neutro al que salir y empezar de cero; ni análisis final del elemento presente último; ni sistema alternativo, nueva jerarquización de una presencia de lo dicho.

Si hay constante fluidificar petrificaciones presentes. Es imposible desanudar la huella originaria, siempre hay lanzamiento a lo indecible.

Lo que proponía Derrida era una Filosofía de lo indecible como forma de escritura que fuera registrando constantemente mutaciones paradigmáticas en la presencia, ya que la definición siempre es asimétrica y tambaleable.

No hay complacencia intelectual, hay dialéctica ininterrumpida, experiencia singular de la no omni-abarcabilidad de la categorización constante y re-in-vención (=apertura constante a la in-venida de lo otro) singular de la respuesta a cada arribante irrepetible en constante dislocar el centro y descentrar el texto.

Se podría decir que sigue los a-principios de:

-Razón insuficiente: Dado que la asimetría entre explicación y hecho, acto y regla, es irreducible.

-No indiferencia: Respetando lo irreducible, y abriendo espaciamiento en el sistema de la presencia al acontecimiento, espacios de trasgresión, incomodidad, inconformismo, con hostipitalidad incondicional.

-Tratamiento igualitario a los accidentes y a lo excluido.

Para:

-Detectar aporías observando la heterogeneidad constitutiva de los conceptos.

-Comprender las antitesis posibles, con compromiso moral absoluto por la elección ética ante lo indecidible y la incompletud sistémica.

-Transgredir la experiencia esperable, desencadenar efectos de sentido: reenvíos inter-textuales, erráncia de significado, injertos, suplementos, gestos desapercibidos, elementos marginales, distintos encadenamientos discursivos que envíen al texto a lo catalogado por él como “el afuera” y descubrirle su afuera dentro.

- Auto-sacrificio continuado de la infalibilidad constrictora de la presencia, sin capacidad de anticipación, sin posibilidad de inmunidad. Un antídoto contra el dogmatismo.

Esto hace que un texto des-sedimentante del sentido autoproclamado vigente, al final se fantasmice como un límite, pues diga el concepto que diga pertenecerá a lo dicho; lo no dicho siempre resta irreducible a la presencia de lo dicho.

No se termina con un punto de vista, sino que enseña a ser punto de fuga.

Cada deconstrucción es un acontecer singular irrepetible, una estrategia singular de lectura-escritura, en la que lector y texto son indecidible sistema de huellas, abriendo espacio a que lo otro in-venga, y si in-viene, que no es algo seguro, ser con lo a-categorizable.

De aquí que, de la deconstrucción no haya conocimiento teórico de una presencia, sino teórico-practico del sistema de huellas que se es con el texto, conocimiento testimonial.

Conocimiento testimonial de la deconstrucción:

Vimos que el uso indecidible del lenguaje testimonial era adecuado para señalar la huella. Por una parte, porque en él, el sujeto o el uno, que es el otro diferido, aunque utiliza un lenguaje de presencias, al hablar de si, habla de su remitencia al otro. Se afirma sustrayéndose, haciendo patente la alteridad inapropiable que es, consiguiendo señalar la huella sin reducirla a presencia.

En el nombre propio tenemos un ejemplo. Este debe funcionar en ausencia del referente, la posibilidad de ausencia del referente es intrínseca, es decir, apropia y desapropia en el mismo movimiento.

Lo mismo ocurre con la firma, que pretende ser un intento de dar validez “aquí y ahora” al nombre propio, avalándolo por la presencia plena del firmante. Pero, si el nombre propio de la presencia ya está constituido de ausencia, la firma también. Es una apertura a otra contrafirma, un sistema de huellas inter-contaminado desde el principio.

Por otra parte, lo testimoniado no es una verdad objetiva constatable, es algo indecidible entre creencia y verdad.

“dar testimonio en tu nombre, hablar de lo que es “tuyo” y de lo que no lo es, no me queda más que creer en tu palabra. (…) No se puede dar testimonio más que de lo increíble. (…) Increíble por ser solamente “acreditable”.” [xl]

Y por último, es un pensamiento que no quiere-decir nada, sólo la confesión de la relación del existente con su posibilidad de desaparición, la dilución de la propia vida presente. Abre espacio al sujeto como sistema de huellas, como diferir vida-muerte en contaminación. Se acaba de tambalear la ética logocéntrica.

D. Ética:

Tambaleo del sujeto-mismo: Apertura al Mundo mismo-otro.

La Metafísica de la presencia generaba un sistema omni-explicativo del que se podían deducir una ética y una política.

En el caso de la ética se da una retroalimentación con la ontología indisociable. Recordemos que la presencia plena era jerarquizada por encima de la ausencia plena por el deseo de presencia o de vida sobre la ausencia o muerte; deseo sólo formalizable una vez se ha polarizado el diferir del acontecimiento vida-muerte indecidible, el sujeto se ha identificado con la presencia, y cree poder elegir entre los efectos de sentido opuestos.

En este sistema, la ética se concebía en términos de uno versus otro, relacionados por una lógica de la identidad económico-restitutiva de sus respectivas identidades excluyentes.

La muerte del mismo:

Observamos que al identificarse el sujeto con la presencia plena, o con su conciencia de si como reflexión continua-fragmentadora, tempo-lineal y acumulativa, queda definido lo otro como lo de afuera de ese sistema, el fin de la continuidad del tiempo lineal acumulativo. De manera que, al desear la presencia plena se desea no morir psicológicamente y esto es el sistema optando por si mismo.

La ética logofonocéntrica es el sistema de la no comprensión de la ausencia-muerte, pues se basa precisamente en su exclusión, en catalogarla de sinsentido; quedando la asimetría originaria, que es el darse del acontecimiento, invisibilizada.

Intentar usar esta ética para comprender la muerte significaría ser presa de la polarización vida versus muerte y querer extrapolar el sentido a lo que el propio sistema acaba de catalogar de sinsentido.

Por eso la pregunta: “¿Cómo afrontar la muerte del mismo?”, no puede ser respondida, porque se está preguntando desde el sistema de la presencia, por algo que no se rige por tales categorías.

Pero una vez tambaleada la presencia y vista la inter-contaminación de que la vida-muerte es un darse inelegible, out of joint, se abre espacio al Aprender por fin a vivir (2005).

“Aprender” ya no es un aprender teórico de un sujeto respecto a un objeto, sino el testimonio teórico-práctico del acontecer- huella.

“Por fin”, no respecto a linealidad, sino desde la ida y vuelta del diferimiento.

Y “vivir”, ya no como un esfuerzo versus muerte, que ya no es vida desgastada, sino el asediante que permite el sentido del Mismo. A lo que se aprende es a supervivir más allá de las categorías vida/muerte, a ser el diferir que no responde a “¿Qué es?”. El saber-habérselas-con particular de un Hombre hiper-complejo sin origen ni destino, out of joint, fluidificador de las nociones petrificadas para aprender a ser con lo impensable cada vez.

La muerte del otro:

La muerte del otro tampoco es pensable por el método de la presencia, es la experiencia de lo imposible según este sistema. Si se intenta da contradicción, pues lo que se ha hecho es polarizar el diferir en una presencia calificable como lo otro, creando una idea de muerte petrificada como desaparición analítica de una presencia y el conflicto interno del deseo de continuidad.

Las preguntas del pensamiento de la presencia son: “¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo aprender a morir?”

La forma de mantener la economía y la estabilidad del mismo es enterrar al otro, hacer duelo, neutralizarlo y asimilarlo, eliminando su hueco lo antes posible.

“el trabajo del duelo, después de un trauma, la conjuración debería asegurarse de que el muerto no volverá: deprisa, hacer todo lo necesario para que su cadáver permanezca localizado, en lugar seguro, en descomposición allí mismo donde ha sido inhumado…” [xli]

Pero, la muerte del otro es un acontecimiento singular que se es, no un objeto teórico que un sujeto pueda asimilar voluntariamente con su sistema del mismo. El otro siempre habita como lo excluido, como “una fantasmal reaparición de la que no consigue deshacerse el trabajo del duelo”. [xlii]

El mismo-otro indecidible:

Para comprender esta relación de habitabilidad hay que entender que el otro, como explica Derrida en Políticas de la amistad (1998), es una singularidad que no ha estado ahí siempre y no lo estará. Inasimilable, asimétrico, irreducible, jamás presente por ser huella presente-ausente, otro origen del Mundo, otra entame, otro arranque diferente. No se puede hablar de él, sólo se puede hablar con él, ya que no es un objeto en frente, es sistema de huellas con el mismo desbordando su sentido. La relación con él es la asimetría. Hace trascender el concepto del mismo haciendo valer la Ley del otro. Por el otro se es el sistema de huellas o Mundo mismo-otro, la supervida no visible sólo desde el mismo (suponiendo que el mismo pudiera ser independiente).

Vemos la lógica inter-contaminada, sin identidades estructuralmente centradas.

Ya no es lógica de la invitación logocéntrica del uno fuerte hacia el otro débil o al menos no desordenador del orden del uno, sino de la visitación del otro dándose, desbordando la capacidad de acogimiento del mismo, haciéndole trascender en mismo-otro inter-contaminado.

De aquí que Derrida utilice el término hostipitalidad, (“hostes” significa tanto rehén como anfitrión) porque el mismo se abre (=anfitrión) a la Ley del otro, al cálculo de lo incalculable, a la venida del otro como otro, a lo excluido inasimilable, para él desordenador (=rehén).

“Dentro de su pasividad sin arché de la identidad, la ipseidad es rehén. La palabra “Yo” significa “heme aquí”, respondiendo de todo y de todos.” [xliii]

“fantasma o (re)aparecido, sensible insensible, visible invisible, el espectro primero nos ve. (…) Sobre todo —y éste es el acontecimiento—, porque el espectro es acontecimiento, nos ve durante una visita.” [xliv]

Es una relación ya inclasificable en las categorías de amigo o enemigo, que serían diferencias polarizadas de la diferición; el amigo fraternal, viril y virtuoso versus el enemigo despreciable, la simple inversión del mismo.

Este indecidible entre amor y amistad es lo que Derrida llama diferidamente amancia:

“Un amor de amistad (amancia) atraviesa la posible (imposible) comunidad de ultrahombres, un amor sin deseos de posesión y apropiación del otro, que experimenta “la condición de abrirse temblando al quizás”.” [xlv]

La relación de asimetría es que uno de los dos sobrevivirá al otro. Cuando se sobrevive al otro, se experimenta, por un lado, la falibilidad del sistema de presencia, pues ya no hay presencias entre las que hacer valer la razón económica, sino sinrespuesta absoluta y lo irrestituible; algo no presente an-económico. Momento en que se percibe la asimetría que unía al otro desde el principio, la incolmabilidad de cualquier respuesta, el hueco insaturable que estaba dando en su darse, el trascender el mismo, el Don irrestituible, la deuda infinita.

Y por otro, al ver que el mismo es el otro diferido o diferente y viceversa, se comprende que el mismo sólo vive psicológicamente la muerte del otro; muere en el indecidible de él que es otro, allí donde él es otro.

Es decir, el vivir la muerte del otro, es la singular desaparición del sistema de huellas que se es, del Mundo irrepetible que se formó entre mismo y otro, y que hizo trascender la noción de mismo, configurando un indecidible, sin poder dividirlo en sus partes componentes.

“Por que cada vez, y cada vez singularmente, cada vez irremplazablemente, cada vez infinitamente, la muerte no es nada menos que un fin del mundo” [xlvi]

Aunque una de las partes del Mundo de huellas falte, era indecidible; no se puede separar qué partes eran del mismo y cuáles del otro. Por eso, cada sistema mantiene la ausencia que habitaba la presencia del otro, pues el mismo también es lo inasimilable del otro.

“Mi firma también está cortada, antes del da. Lo que se separa -cae por la borda- es también un pedazo del nombre del otro (da)” [xlvii]

En una frase de Paul Celan que Derrida solía citar:

“El mundo se ha ido, te tengo que portar.” [xlviii]

Por tanto, el “se” de Esperar(se) en la llegada (1992), que leído desde la presencia plena sería reflexivo, al no tener punto de presencia al que reflexionar sino sistema de huellas, remitiría al Mundo mismo-otro. Y como ya no tenemos un sujeto centro de la acción que realice el verbo, sería el darse.

Al morir el otro, muere el mismo allí donde era otro, es decir, a ese “lugar” no presente, totalmente otro para el mismo, a donde ha llegado el mismo como otro, es donde se da que el mismo se espera a si como otro. Es la apertura del acontecer fuera de quicio.

De esto no hay escritura logo-fono-céntrica, sino testimonio inseparable del acontecimiento singular que retuerce el lenguaje sin distinguir géneros, valores de verdad o categorías por estar ante lo a-categorizable.

Es el Don irrestituible de una escritura intraducible entregada a la des-sedimentación.

Si lo tratamos sólo con la presencia se pierde su doblez, sin dejar rastro presente, pues jamás ha sido presente, siempre ha sido huella presente-ausente.

La imposibilidad de controlar ese “objeto” con la presencia, ha dado la asimetría para trascender la noción de mismo, abriéndolo a lo inasimilable.

El abrirse a lo otro no acaba con el Hombre, sino que sacude la noción de Hombre-mismo que regía en ese sistema de la presencia, haciéndola trascender de si.

Derrida escribe en testimonio, en escritura de la diferencia. Por una parte, crea un archi-archivo de huellas; memoria de lo que nunca ha sido, ni será presencia; apertura interna a lo excluido por el sistema presente, “creadora” de lo incognoscible por éste. Y por otra, introduce al otro en el mismo (sin dirigirse singularmente al otro, pues hacerlo significaría predecir al lector desde el mismo, no siendo un otro improvocable entonces) desestabilizando el marco divisor entre dentro y fuera (=parergon) desplegando escenas teatrales singulares.

Ha dejado su acontecimiento al alcance de cualquier lector, el cual intentará dar contrafirma simétrica a la firma de Derrida, pero no podrá, pues lo dado es la asimetría irreducible que su método de presencia no puede tratar, el desbordamiento de su sistema del mismo y la posibilidad de trascenderlo.

Para responder justamente debe ser sistema de huellas con él, tambalear las presencias dichas; y seguir quitando obstáculos, manteniendo el espaciamiento otro dentro del sistema presente. Dar una contrafirma asimétrica e infinitamente exigente. Firma de otra contrafirma, dejando espacio a que llegue otro irreducible a las categorías de ahora, ya que siempre estamos dentro de lo dicho, y en su tambaleo concreto, abriendo al acontecer vírico de la des-sedimentación del sentido originario, la pluralidad del efecto, el espacializamiento: Doble gesto de decir ven a otro.

“Hay que proceder usando un doble gesto, según una unidad a la vez sistemática y como apartada de sí misma, una doble escritura, es decir, una escritura que es en sí misma múltiple” En este sentido es en el que se habla de la desconstrucción como una “doble ciencia”. [xlix]

Notas:

[i] El monolingüismo del otro. Ed. cit. Pg. 1.

[ii] El monolingüismo del otro. Ed. cit. Pg.20.

[iii] Estoy en guerra contra mi mismo. Ed. cit.

[iv] Marx e hijos. «Demarcaciones espectrales. En torno a espectros de Marx» Ed. cit.

[v] De la Gramatología: El afuera es el adentro. Ed. cit.

[vi] O.c. El afuera es el adentro.

[vii] O.c. El afuera es el adentro.

[viii] Deconstrucción y pensar en las “fisuras”. Mónica Cragnolini. Ed. cit.

[ix] El resto, entre Nietzsche y Derrida. Mónica B. Cragnolini. Ed. cit.

[x] De la Gramatología: El afuera es el adentro. Ed. cit.

[xi] Marx no es un Don nadie. Ed. cit.

[xii] El instante de mi muerte. Trad. J. Jiménez. Textos, Ed. Nacional, Madrid, 2002. Ed. digital. D. en cast

[xiii] El Teatro de la crueldad. Primer Manifiesto. 1932. http://www.dementioteka.com/web1/teatro%20de%20la%20crueldad.htm

[xiv] Marx no es un Don nadie. Ed. cit.

[xv] La escritura y la diferencia: “Génesis y estructura” y Fenomenología. Ed. cit.

[xvi] La voz y el Fenómeno: El suplemento de origen. Ed. cit.

[xvii] De la Gramatología: El afuera es el adentro. Ed. cit.

[xviii] Semiología y gramatología. Entrevista con J. Kristeva. Ed. digital. D. en cast.

[xix] La voz y el fenómeno: El suplemento de origen. Ed. cit.

[xx] De la Gramatología: La Violencia de la Letra. Ed. cit.

[xxi] Posiciones, Ed. cit., Pg. 56-59

[xxii] Márgenes de la filosofía, Ed. cit., Pg. 47-49

[xxiii] La deconstrucción de la Actualidad. Ed. cit.

[xxiv] Como si fuese posible. Ed. cit.

[xxv] De la Gramatología. El afuera es el adentro. Ed. cit.

[xxvi] "Qu'est-ce que la déconstruction?", en Le Monde, 12 octobre 2004. Propos recueillis par R.-P. D. Edición digital Derrida en castellano.

[xxvii] No escribo sin luz artificial, Ed. cit., Pg. 136.

[xxviii] Posiciones, Ed. cit., Pg. 15.

[xxix] Posiciones. Ed. cit.

[xxx] No escribo sin luz artificial, Ed. cit., Pg. 178-179.

[xxxi] (El resto, entre Nietzsche y Derrida. Mónica Cragnolini. “Une ‘folie’ doit veiller sur la pensée”, en Points de suspension. Entretiens. Paris, Galilée, 1992, p. 367-368.

[xxxii] La Gramatología: El fin del libro y el comienzo de la escritura. Ed. cit.

[xxxiii] Deconstrucción. Cristina de Peretti. Entrada. Diccionario de Hermeneutica. Ed. cit.

[xxxiv] Posiciones. Ed. cit. Pg. 109.

[xxxv] Se ruega insertar. Ed. cit.

[xxxvi] La diseminación. Pg. 93-94.

[xxxvii] Pasiones, Ed. cit., Pg. 41.

[xxxviii] La deconstrucción de la Actualidad. Ed. cit., Pg. 70.

[xxxix] Espectros de Marx, Ed. cit., Pg. 41-42.

[xl] El monolingüismo del otro. Ed. cit.

[xli] Marx e hijos. Ed. cit.

[xlii] Marx e hijos. Ed. cit.

[xliii] "Palabra de acogida", en Adiós a Emmanuel Lévinas. Palabra de acogida. Madrid, Trotta, 1998, p. 77. Se trata de una cita recogida por Derrida de E. Lévinas, Humanismo del otro hombre. Madrid, Caparrós, 1977, p. 183.

[xliv] Marx e hijos. Ed. cit

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[*] María Esther Zarzo Durá es Licenciada en Filosofía por UNED, investigadora en el Departamento Filosofía, Programa: Lectura e Historia.

Vía: Filosofia.net

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