lunes, 18 de julio de 2011

Genealogía de Nietszche





Cada generación descubre a Friedrich Nietzsche y le da una interpretación de acuerdo con la época, pero hoy es necesario volver a él con actitud crítica para pensar algunas de sus ideas, y replantearlas, como el tema del superhombre.

Carlos Rubio


Cada generación descubre a Friedrich Nietzsche y le da una interpretación de acuerdo con la época, pero hoy es necesario volver a él con actitud crítica para pensar algunas de sus ideas, y replantearlas, como el tema del superhombre.

Y el filósofo Manuel Penella volvió a él... con la biografía Nietzsche y la utopía del superhombre (Península), una historia que se detiene cuando el autor de Ecce Homo pierde la razón. Según Penella, en esos últimos 10 años de su vida, el filósofo no escribió nada más, no hay un solo atisbo de Nietzsche.

Para el biógrafo, el destino de Nietzsche está marcado por la fascinación que, tras su muerte en 1900, muy pronto ejerció su obra.

En el plano de la historia de la filosofía, señala Penella, es evidente que una generación tras otra ha ido sacándole jugo, desde Ortega y Gasset o Heidegger, hasta Wittgenstein, Habermas, Foucault, Deleuze y los filósofos posmodernos, que están bebiendo de sus ideas, aprovechándolas.

Pero es muy significativo, sostiene, que el tema del superhombre sea el menos desarrollado, dando más importancia al eterno retorno (la aproximación del ser al devenir) o a los problemas relacionados con los valores y la crítica a la razón, que tienen una potencialidad académica formidable.

"El tema del superhombre es algo incómodo", dice Penella, "ya que por razones históricas se asocia a Hitler o Mussolini; incluso, el propio Heidegger le dedicó sólo una página en sus reflexiones".

Penella asegura que está pendiente la necesidad de superarle, ya que una generación tras otra lo descubre y le da la interpretación que le conviene al momento, saqueándolo.

"Tampoco podemos descartar que, así como Maquiavelo, Nietzsche sea un pensador leído en la trastienda del sistema; es decir, cuando William Barret dice que Nietzsche es el filósofo que mejor se adecua al espíritu de nuestro tiempo, marcado por la cultura del dinero y de la guerra, habría que ver qué clase de lecturas se hacen de él, pues hay un potencial sumamente tenebroso que puede estar siendo utilizado como motivo de inspiración".

Por eso a Nietzsche no se le puede dar la espalda, dice, y es necesario volver a él con actitud crítica para pensar algunas cosas y replantearlas, pues está donde menos se espera, desde el asesino de poca monta a quien descubren y resulta que leía a Nietzsche (el llamado "asesino del rol" en España), hasta Charles Manson, quien tenía un ejemplar de Más allá del bien y del mal.

¿Qué han entendido de él?, cuestiona Penella. "Nietzsche estuvo de moda en los años 70 en España, de la mano de filósofos como Fernando Savater, Santiago Noriega o su primer traductor al español, Andrés Sánchez Pascual. Había una tendencia a ver en él a un gran libertario, que rompía esquemas, y fue sólo más tarde que me di cuenta de que no es un libertario sencillo, porque al tiempo es un retrógrado en ciertos aspectos", señala el filósofo.

"Heidegger es un ejemplo de otra forma de entenderlo y llevarlo a interpretaciones muy sofisticadas, pero muy distanciadas de lo que parece ser la emoción primaria que Nietzsche manifiesta en sus libros. Así que vi dos equívocos: el de Nietzsche libertario y el que producía la enorme cantidad de textos muy refinados, pero que al final no explicaban nada".

Así que para deshacer esos equívocos, Penella, doctor en filosofía, autor de sendas biografías de Kafka y Van Gogh y miembro del Centro Documental de la Memoria Histórica, se sumergió en la tarea de hacer la gran biografía de Nietzsche, obra que ha ocupado una buena parte de su vida y que acaba de ver la luz bajo el sello Península.

Tras el origen

En su libro, Penella observa que las concomitancias entre Friedrich Nietzsche y el nazismo son tan claras, que sin duda se puede afirmar que los nazis bebieron de él como bebieron de otros.

"Sin embargo, con Nietzsche debieron tener problemas, ya que, por ejemplo, a nuestro filósofo le gustaba decir que era polaco y rechazaba ser alemán. Pero se entiende que haya una leyenda que atribuye la responsabilidad intelectual del nazismo a un hombre como Nietzsche, porque en el autor de Así habló Zaratustra se encuentran conceptos tales como el de que la humanidad entera se debe sacrificar por una casta que puede hacer de ella lo que le dé la gana, lo cual es bastante siniestro como para que uno no se ponga a la defensiva".

Pero Nietzsche, subraya Penella, es muy complejo y la idea de escribir su biografía tuvo como objetivo ir a su esfuerzo original para ver qué es lo que realmente había.

"Lo que más me irritaba es que muchos filósofos querían ser fieles a Nietzsche y hacían con él como los cristianos con Santo Tomás: creaban una escolástica nietzscheana y llegaban a ser más bárbaros que el propio Nietzs- che, cuya fidelidad hacia él me parecía siniestra".

Hoy, tras su largo estudio de la vida y obra de Nietzsche, Penella llega a una primera conclusión: fue hijo del horizonte intelectual de su tiempo.
"Su propósito de romper la historia en dos se quedó a medias, porque más bien la continuó y proyecta sobre su utopía el ideal griego de los tiempos homéricos, porque ése es su sustrato antropológico. Y creo que es posible, a partir de esta biografía, replantearse algunas de las posiciones básicas de Nietzsche e ir más allá de él a la luz de nuestros conocimientos antropológicos y científicos".
Por ejemplo, su falsa idea de la eugenesia.

Claro, porque para él la idea de Galton, el primo de Darwin, quien señala que el genio se hereda, pero la estupidez también, le marca y le hace pensar que de lo que se trata es de liberar a los hombres superiores de la atadura moral para que pudieran desarrollarse. Y es importante señalar que aun estando desacreditado hoy en día Galton, hay intentos de volver otra vez a decirnos que hay diferencias abismales entre unas razas y otras, o que los pobres son pobres porque están peor dotados por naturaleza, ideas totalmente neoconservadoras que marcan una tendencia ultimísima que hay que atajar y que ponen en primer plano el proyecto tétrico de Nietzsche de que una minoría tiene derecho por naturaleza a imponerse sobre otros.

Pero la figura de Nietzsche es tan grande que junto a esas sombras tiene partes muy luminosas que también es necesario resaltar.

Sí. La parte luminosa que es evidente es cuando está a solas con la naturaleza, cuando se deja llevar por su pensamiento como lo vemos en Así habló Zaratustra y nos muestra a un Nietzsche vital que pide para sí y para sus iguales una liberación de la potencia creadora. Ése es uno de sus aspectos maravillosos que se entenebrece a la luz de su sufrimiento físico, de su soledad creciente, del trauma afectivo que sobrelleva y del drama que vio en el campo de batalla de Wörth, que le quitó el espíritu lúdico que había heredado de su madre y de su infancia, que se refleja en El nacimiento de la tragedia, donde habla de lo dionisiaco.

Otro hito es su decreto de la muerte de Dios.

En ese punto, él interpreta toda la moral cristiana como una moral antivital, surgida de lo más bajo de la humanidad para dominar a los fuertes y anularlos por medio de una mala conciencia insoportable. Esa visión de la moral como puro elemento represor le lleva a él, educado en esa moral, a beligerar contra ella, cosa que como se ve en su biografía le costó muchísimo cortar y le privó de estudiar otros aspectos de la moral.

En ese sentido, la obra de Nietzs- che es una invitación a continuar en esos aspectos que no pudo seguir.

En un momento de humildad, en una nota a pie de página en la Genealogía de la moral, Nietzs-che invita a las facultades de filosofía a reflexionar sobre qué tipo de hombre queremos criar. Cuando dice: Dios ha muerto, es maravillosa su intuición de que entonces ha llegado la hora del ser humano, que puede al fin replantearse cómo quiere ser. Y ese es el gran paso que da. Otra cosa es que no haya podido definirlo de forma convincente. Pero hay que dar pasos a partir de ahí.

Nietzsche también apunta a una idea muy actual: la crítica al economicismo como nueva religión.

Desprecia profundamente lo que llamaba la cultura del dinero. Y lo hace desde su basamento griego en donde tener más cosas y acumular más propiedades es un síntoma de bajeza. Nietzsche nos diría que nuestro economicismo galopante es una forma de nihilismo habiéndose
desvalorizado todos los valores y, por lo tanto, uno de los síntomas sería esta monomanía economicista.

Hay tres o cuatro puntos capitales en la biografía de Nietzsche (1844 1900) que usted pone de relieve, en primer lugar ser hijo del pastor de Röcken.

Ése es el basamento de su compleja personalidad y su riqueza, porque en sus primeros años de vida vive en un ambiente luminoso, humano, en una familia bien constituida en la cual tanto el padre como la madre dominaban el alemán, y el padre como pastor mete la prosa de Lutero en sus oídos desde muy pequeño, y el genio verbal de Nietzsche que es formidable en Zaratustra viene de ahí y de ver al padre y a la madre escribir.

También algo hay en él que le dice: como mi padre fue escuchado, quiero ser escuchado también. Y lo marca de forma que no puede distraerse con temas intrascendentes en su vida.

Más tarde lo marca su relación con el historiador Jacob Burck-hardt y con el músico Richard Wagner.

Burckhardt le lleva a ver los aspectos terribles de la realidad, que él ya los ha catado un poco con Schopenhauer, y le muestra que es el gusto por el poder el que lleva al hombre más allá y a dominar, algo que le marca profundamente. Por otro lado está Wagner, a quien conoce cuando el músico tiene 60 años, y a su mujer, Cosima, y está en el momento máximo de su creatividad, componiendo su tetralogía. En ese microcosmos que tienen en su casa de Tribschen, ambos sueñan y se dan cuerda el uno al otro, y Nietzsche ve en él a la figura del genio.

Esa amistad refleja en el tiempo la evolución del propio Nietzsche, que termina por bajar del pedestal a Wagner.

En el fondo, Nietzsche nunca resuelve del todo ese conflicto con Wagner, cuya figura no se logra quitar de encima. Probablemente lo que ocurre es que Nietzsche era un hombre para ir por su propio camino y durante un tiempo tuvo esa devoción por el músico. Pero Wagner, consciente de que se jugaba sus garbanzos, no quiere entrar en polémica ni con el emperador ni con la Iglesia ni con su mujer, que era muy cristiana y eso al final le produce a Nietzsche un desengaño del cual no se repone nunca, porque hasta que se desencanta de la figura de Wagner, siempre el artista-filósofo había sido su ser humano ideal.

Y entre el desengaño con Wagner, la experiencia de la guerra franco- prusiana y las lecciones de Burckhardt, se produce quizá la ruptura más grave, porque en adelante Nietzsche verá como la figura más alta al caudillo militar, y el artista quedará relegado. Y ésa es una de las razones de que su visión del superhombre esté entenebrecida por la figura del poseedor de la fuerza como figura más alta, una tragedia porque restringe nuestra visión tanto de la voluntad de poder como la del superhombre. Si la voluntad de poder se entiende como voluntad de dominio sobre los demás, nos alejamos de la posibilidad de imaginar al superhombre como un espíritu creador, lúdico, pleno.

Otro hito en su vida es su relación con Lou Salomé, que refleja las dificultades de Nietzsche en sus relaciones con las mujeres, algo que permea su obra.

Yo estoy convencido de que ese déficit afectivo de Nietzsche, ese bloqueo de su erotismo y su felicidad carnal, que en su caso es herencia de su época y de sus antepasados pastores, limita o empobrece su visión del superhombre, le impide desarrollarla con un componente erótico fundamental para la relación con el prójimo. Es muy pobre. Y el trauma es esa soledad, porque sus relaciones sexuales fueron puramente prostibularias.

Hay un dato curioso para el lector mexicano: en agosto de 1883, Nietzsche, dice usted, piensa en irse a México para huir de la hostilidad.

Sí, de alguna manera él pensaba que Europa estaba acabada. Era un propósito de huida y refleja el deseo de ir a un sitio que no estuviese hollado por la enfermedad y la decadencia europea. Está documentado. Pero, como todos sabemos, no emprende ese viaje y vuelve a Sils-Maria (Suiza).

A lo largo de su vida, Nietzsche crea de forma casi explosiva, enfebrecida, ¿cómo entiende usted ese proceso de creación? Es un proceso de creación muy dinámico, muy dependiente de la inspiración, poco metódico y muy ligado a la idea de que vivir plenamente es escribir. Y se siente pleno. Siguiendo su vida no entiendo que se diga que era bipolar, porque siempre que está contento tiene un motivo, y si está decaído también, así como creo que es significativo que sus dolores de cabeza comienzan en la escuela de Pforta, cuando era adolescente, con las primeras tribulaciones filosóficas, cuando el ordenado mundo de su padre se rompe y empieza a tener lo que se llamaban malos pensamientos y duda de las escrituras, pierde la fe, etcétera. Esos dolores son anteriores al drama de que contrae la sífilis en Leipzig, que es a mi juicio la causa que al final lo vuelve loco.

Su último año de lucidez, 1888, es portentoso y concluye varias obras importantísimas como Crepúsculo de los ídolos, Ecce Homo y El anticristo.

Hay que procurar vivirlo con él, no despreciarlo por saber que se va a volver loco, sino sacarle todo el jugo, porque de alguna manera él, subjetivamente, tiene la sensación de estar venciendo a esa vieja moral que le ha perseguido. Tiene una sensación de triunfo. Se ve cómo él personalmente intenta convertirse en un superhombre, hay un esfuerzo personal por alcanzar las cotas más altas. Y hay una invitación a una autosuperación, uno de sus grandes mensajes.

¿Por qué concluye usted ahí, en el momento en que se vuelve loco y no detalla los últimos años de su vida?

Porque no escribe una línea más. Se pierde. Hay documentación sobre los informes médicos y cartas. Pero no hay un solo atisbo de Nietzsche. Por eso me bastó la frase de su amigo Franz Overbeck cuando entra en su habitación en Turín y dice: "Se acabó Nietzsche". Nunca más vuelve a nada. Creo que una vez, al principio, cuando lo llevan a Alemania de vuelta y vuelve a ver a su madre, y él dice: "Yo, mamá, soy el tirano de Turín". Pero creo que es la única frase significativa que dice en esos últimos 10 años de su vida, que son los de un vegetal.



vía: elgolfo.info

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